15 Sep Cesárea, puerta de vida.
¿Te has preguntado alguna vez cómo sería un parto por cesárea?
Un parto por cesárea es una puerta de vida, es otro modo de nacer y ser mamá, otro modo de luchar y ser valiente, porque el parto por cesárea también asusta y mucho. Digo muchas veces que una mujer no es más o menos mamá por cómo se haya desarrollado su parto, pues nuestro parto no lo decidimos, no lo controlamos,…sólo podemos acompañarlo.
Es cierto, que la tasa mundial de partos por cesáreas es demasiado alta, y en ciertas ocasiones, nos echamos las manos a la cabeza cuando comparamos números en los diferentes países. Pero también es verdad, que esta intervención salva vidas, y en casos como el de Rocío puede estar indicada.
Luchamos por una cesárea bien indicada, dónde haya respeto, comunicación, entendimiento,…. y los auténticos protagonistas sean mamá y bebé. Su necesidad de estar juntos.
Rocío nos cuenta su parto por cesárea
UNA CESÁREA PROGRAMADA.
28 marzo 2019. Llegó el día.
Todo estaba previsto para las 14:00. Después de 38 semanas y 5 días me iban a realizar una cesárea programada (Javier se llevó todo el embarazo en posición de nalgas y no hubo manera de darle la vuelta).
Era un jueves normal para todo el mundo, pero no para mí.
Llegamos al hospital una hora antes de la intervención (con sus 7 horas de ayuno). Prepararon papeleo y me subieron a la habitación, donde una enfermera me dijo que me pusiera el camisón del hospital que en breve venían a por mí. En todo momento fueron súper amables.
Imaginaros mi situación (mami primeriza y que iba a entrar en quirófano; atacada de los nervios era poco). Yo ya estaba mentalizada de que no iba a parir de forma natural, pero en ningún momento me sentí triste. Hice todo lo posible para que mi bebé se diera la vuelta de forma natural en mi vientre, pero no pudo ser… Para mi es otra forma de parir . Porque un parto por cesárea…creedme ….es PARIR. Si no agarraros al postparto, ¡que vienen curvas!
Finalmente, por problemas de horarios de quirófano , no pudieron hacerme la cesárea a las 14:00, y tardaron un poco más en recogerme de la habitación . A las 16:30 vino un celador súper simpático y me llevó a quirófano. Muy nerviosa me despedí de mi familia entre lágrimas (soy muy llorona) y entré.
Tenía una mezcla de sentimientos, por un lado quedaba menos para ver a mi bebé y por otro, tenía miedo, era una intervención en quirófano (la primera en mi caso).
Dentro de quirófano el ambiente fue genial, me hicieron sentir como en familia. Las enfermeras me preguntaban y me sacaban conversación para que me olvidara donde estaba. Nunca me soltaron la mano, me sentí muy arropada.
Primeramente me cogieron una vía en la mano y me pusieron el manguito de la tensión. Llegó la anestesista y me puso la intradural. Costó un poco (no os voy a mentir) pero entre todas las enfermeras y auxiliares me ayudaron mucho.
Finalmente, una vez puesta la intradural (epidural más profunda en caso de cesáreas programadas), me tumbaron y me colocaron los brazos en cruz. Así es más cómodo para el tema de tomarte la tensión y las constantes.
La sensación de la epidural no es desagradable, empiezas a notar cómo se duermen tus piernas hasta que no notas nada de cintura para abajo. Aprovechan para sondarte y no te enteras de nada. Se me bajó un poco la tensión (soy hipotensa, y la anestesia suele bajar la tensión), que se solucionó con unas gafas nasales de oxígeno y algún que otro medicamento que me pusieron en vía (qué ahora no recuerdo el nombre).
La intervención en sí dura muy poco. Se tarda más en la preparación, que en la cesárea en sí. En menos de 10 minutos empezaron las enfermeras a decir “ya está aquí” “que bonito es”…
Y llegó el momento más deseado, mi ginecóloga me presento al amor de mi vida. Mis ojos se me llenaron de lágrimas. El tiempo se paró. Era el bebé más precioso que jamás había visto.
Me lo acercaron a la cara y sentí su calor y su olor que nunca olvidaré. No lloraba (los niños de cesárea tardan en llorar). La pediatra y enfermeras lo colocaron cerca de mi (lo veía en todo momento), lo pesaron, lo midieron, le hicieron todas las pruebas necesarias, y ya después empezó a llorar. Ese primer llanto que nunca olvidaré.
Lo reliaron en una toalla y lo colocaron a mi lado. Al sentirme y olerme dejó de llorar. Ahí fue cuando me sentí más madre que nunca.
Cuando me dí cuenta la ginecóloga ya me había cosido y preparado completamente, ¡que ni me enteré! ¡El trato genial!
Con cuidado me pasaron a una camilla y junto con mi bebé me llevaron al despertar, junto a mi marido que lo vi al salir. También vi a toda mi familia que estaba fuera. Un momento precioso.
Al ser un parto por cesárea, la leche tarda más en subir, pero desde el primer momento me lo puse en el pecho, aunque no tuve al pricipio mucho éxito. Mi bebé venía con hipoglucemia (pesaba mucho) y necesitaba comer. Al no tener leche o calostro y para evitar una bajada brusca de azúcar, tuvieron que darle una ayuda de biberón en el despertar. ¡Así es como empezamos la lactancia mixta!
Aquí es donde empieza el POSTPARTO. No fue fácil, para nada. La leche tardaba en subirme. Mi bebé era un glotón y necesitaba leche. La lactancia mixta es dura, pero la sobrellevamos.
Una vez que me subieron a la habitación, me encontraba bien, aunque ya la anestesia se iba esfumando y notaba dolores. Esa noche estuve con bastante medicación (paracetamol y enantyum, con rescates de morfina). Duele bastante la cicatriz y la intervención. Quieras que no, es una intervención abdominal muy profunda. Y aún seguía sin comer, solo con suero. Había que esperar 24 horas tras la operación para evitar complicaciones intestinales.
Estuve 4 días ingresada y finalmente me dieron el alta al lunes siguiente.
La llegada a casa es lo que más temía, porque ya no estás en el hospital vigilada, ni te ayudan tanto con el bebé. Estamos solos el papá y la mamá con el bebé. Los primeros días fueron duros. Se unieron los dolores de la intervención con las hormonas. Todo el día llorando. Finalmente me subió la leche y, junto con el sacaleches y mi bebé, no paraba en todo el día.
Seguía con paracetamol y enantyum (vía oral), en todo momento prescrito por lo ginecóloga y era compatible con la lactancia.
A las pocas semanas ya empecé a ver la luz. Cada vez necesitaba menos calmantes y disfrutaba mejor de mi maternidad. Una vez pasada la cuarentena es cuando todo pasa, por fin. Fuera dolores y fuera cóctel de hormonas jeje.
Espero que te haya gustado el testimonio de Rocío. Gracias a ella por compartirnos su experiencia, para ayudar a otras mamás.
Recuerda que sí tú también has tenido una cesárea, deberías empezar a valorar y trabajar tu cicatriz desde tu segundo o tercer mes postparto, te dejo el post aquí. Además, si nos sigues en las redes, Instagram y Facebook verás muchas recomendaciones que te ayudarán.
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Acerca de Erika Nieto:
Soy Erika, y ayudo a mujeres en las diferentes etapas de su vida, a resolver sus problemas de suelo pélvico para conseguir disminuir su dolor, incontinencia o debilidad de sus músculos, así como acompañarlas en su embarazo y recuperación postparto. Y lo hago a través de un método propio, donde aúno los conocimientos de la fisioterapia y mi experiencia de más de 10 años.
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